En la actualidad, la humanidad está viviendo uno de los mayores retos del siglo XXI, vencer una pandemia que está matando a decenas de miles de personas en todo el mundo y que está impactando fuertemente en la economía a nivel global. Los análisis de impacto principalmente están abocados a los sectores productivos tradicionales, tales como: minería e hidrocarburos, sistema financiero, salud, manufactura no primaria, comercio, transporte y turismo, educación y energía. (Instituto Peruano de Economía, 2020). Sin embargo, no existe actualmente un análisis sobre el impacto económico que esta pandemia representará en uno de los sectores más afectados: la industria musical. Para poder proponer y plantear acciones concretas que puedan llevarse a cabo en nuestro país, es importante considerar qué iniciativas se están tomando ya en otros países para ayudar a los miembros que la conforman y si el Perú está preparado para afrontar esta situación.
La industria musical global y el coronavirus
Con la finalidad de entender plenamente la situación a la que nos enfrentamos, es necesario dividir la industria musical en tres: la industria de la música grabada (discográfica), centrada en la grabación y distribución a los consumidores; la industria de las licencias musicales, que otorga licencias a empresas para la explotación de obras musicales; y la industria de música en vivo, centrada en producir y promocionar shows en directo, como conciertos, giras, entre otros. Existen también, otras clases de compañías que se mueven alrededor de estas industrias como los fabricantes de instrumentos musicales, equipos de sonido, software musical, merchandising, entre otros, que, aunque son importantes, en esencia pertenecen a otras industrias afines (Wikström, 2013).
La industria de las licencias musicales y el COVID-19
La industria de las licencias musicales en los últimos 15 años, se ha convertido en el sector más rentable, ágil e innovador; seguido por la industria de la música en vivo, la de mayor crecimiento; y finalmente la industria de la música grabada, la cual tuvo un notable liderazgo a finales del siglo XX, pero que fue perdiendo, debido a que no supo adaptarse rápidamente a los cambios. (Wikström, 2013).
Las empresas editoras musicales son las que otorgan licencias por el uso de una canción en medios como películas, programas de televisión, videojuegos, anuncios online, entre otros (LANDR, 2017). Tradicionalmente, las empresas editoras eran gestionadas por compañías diferentes a las disqueras. Sin embargo, a medida que los ingresos por venta de discos físicos iban disminuyendo, las discográficas comenzaron a buscar mayor participación en este sector (David, 2010). En su libro The Music Business and Recording Industry, Hull, Hutchison y Strasser (2010) cuentan como hacia el año 2008 las Big Four (Universal Music Group, Sony, Warner y EMI) fueron adquiriendo las principales casas editoras, llegando a controlar el 65% del mercado total.
Asimismo, es importante resaltar que además de las editoras musicales, existen también otras entidades que trabajan con los derechos patrimoniales de los autores y compositores y estas son las Sociedades de Gestión Colectiva (SGC). En el mundo la mayor red internacional de sociedades de gestión colectiva es la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC), la cual cuenta con 232 miembros (SGC) en 120 países (CISAC, 2020). Entre esos miembros se encuentran, la American Society of Composers, Authors and Publishers (ASCAP) y Broadcast Music, Inc (BMI), dos de las más importantes sociedades de gestión colectiva en el mundo.
En general, las SGC recaudan dinero de distintas fuentes, como televisión, estaciones de radio, sistemas de cable, aplicaciones móviles, servicios de música de fondo, centros educativos, promotores de conciertos, orquestas, licenciatarios generales como: bares, restaurantes, hoteles, entre otros.
En los últimos días, muchos clientes de las SGC en el mundo que hacen uso de la música en sus negocios se encuentran afrontando grandes desafíos producto de esta pandemia global y como resultado de esto, los ingresos por recaudación de estas SGC disminuirán considerablemente durante este periodo. (ASCAP, 2020).
En ese sentido, La ASCAP ha tomado rápidamente acción y junto a otras organizaciones musicales como BMI, SESAC, SONA, NMPA, NSAI, SGA y NSAI gestionó el envío de una carta conjunta al Congreso, instando a los legisladores a incluir ayuda económica para los creadores de música y legislación de asistencia para pandemias. El proyecto de ley de ayuda de emergencia fue aprobado por el Senado unánimemente por $2.2 billones, lo cual significa un ingreso en efectivo de hasta $1,200 a cada ciudadano, seguro de desempleo, y el programa de préstamos de muy bajo interés para pequeñas empresas y personas que trabajen por cuenta propia. Este proyecto de ley incluye la ayuda financiera y el alivio que ASCAP y otras organizaciones afines solicitaron para ayudar a los creadores de música que son independientes, independientes contratistas y aquellos que poseen o trabajan para pequeñas empresas. (ASCAP, 2020).
Paul Williams, presidente de ASCAP, aplaudió la aprobación unánime, por parte del senado, del apoyo económico a la comunidad de músicos compositores durante este momento difícil: “ASCAP, continuará haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para garantizar que los creadores de música estadounidenses puedan superar esta tormenta y continuar compartiendo sus increíbles talentos con el mundo”.
ASCAP, además de las gestiones con el congreso, ha compartido en su web oficial una serie de recursos para que sus miembros puedan recibir apoyo de financieras, organizaciones de salud, y servicios de educación en línea. Visita el link de la página de Music Unites Us de ASCAP y verás varios enlaces a organizaciones que ofrecen asistencia financiera: https://musicunitesus.bandzoogle.com/home#financial-assistance
La industria de la música en vivo y el COVID-19
Hablar de la industria de la música en vivo, es hablar de Live Nation, la empresa de entretenimiento más grande del mundo, con más de 73 millones de entradas vendidas y un record de ingresos de 3.2 mil millones al cierre del segundo trimestre del año 2019 (Hernández, 2019). En un estudio realizado por Price Waterhouse Coopers (PWC) la tendencia de los ingresos totales de la industria de la música en vivo en Estados Unidos, reflejaba una evolución anual sostenida, pronosticando incluso que para el 2021 a este sector ingresarían 12 mil millones de dólares; sin embargo, luego de que el 11 de marzo del 2020, la OMS, calificará oficialmente al COVID-19 como una “pandemia” sin lugar a dudas, la realidad no será nada parecida a la proyección estimada, basta solo con mirar las acciones de Live Nation, las cuales cerraron ese mismo día con un valor 16.58% menor que el día anterior, el equivalente a perder $1.8 mil millones de su valor de capitalización de mercado (Ingham, 2020)
Cabe resaltar que, según Michael Rapiño, CEO de Live Nation, los artistas en su mayoría consideran a la industria de la música en vivo como su principal fuente de ingresos, representando aproximadamente el 90% de sus ganancias totales, siendo pieza clave para el desarrollo de su carrera artística (Navas, 2014)
La industria de la música grabada y el COVID-19
En cuanto a la industria de la música grabada, las compañías discográficas invierten anualmente más de $5.8 mil millones de dólares en mercadeo y desarrollo de artistas, y licencian más de 50 millones de canciones a través de los centenares de servicios digitales de música en todo el mundo. Y esto se da porque a diferencia del siglo pasado, ahora la forma de cómo se consume la música es totalmente distinta. Según el reporte Music Listening 2019 de la IFPI, hoy en día los escuchas tienen como canal favorito para consumir música al streaming (89% de preferencia), por la facilidad que da internet al acceso en tiempo real a una ilimitada cantidad de catálogos musicales de todo el mundo. (Moore, 2019). Aunque la industria de la música grabada este creciendo, teniendo al streaming como su principal fuente de ingresos (80% del total), las bajas tasas de regalías que perciben los artistas pequeños e independientes dificultan que estos ganen un salario mínimo a través de este medio. Open Mike Eagle, referente del Hip Hop independiente americano dice: “El modelo de transmisión está diseñado para personas que tienen millones de fanáticos, no para personas que tienen miles de fanáticos”. (Hogan, 2019). En ese sentido, una pandemia tan agresiva como el coronavirus, sin duda alguna impactará en los performers, pues a la gran mayoría no les permitirá acceder a su fuente principal de ingresos: los shows en vivo. El mismo destino corren los compositores, que, si bien dependen de sus regalías, buena parte de estas dependen del número de veces que se toquen en vivo y de que la economía está activa.
Uno de los mayores representantes en el mundo de la música grabada es la Recording Academy, la cual a través de su fundación benéfica afiliada MusiCares, ha establecido el Fondo de Ayuda COVID-19 para ayudar a los músicos miembros de la comunidad musical afectada por la pandemia. Si bien es cierto, La Recording Academy es mejor conocida por la transmisión televisiva de los Premios Grammy, esta institución sirve todo el año a la comunidad musical, al brindar ayuda de emergencia a través de MusiCares. (Musicares, 2020)
¿Y qué estamos haciendo en casa?
Si enfocamos la mirada a la industria musical peruana, poca es la información actualizada a la que se puede acceder por la web, y ese es uno de los problemas que como industria debemos mejorar. Al 2010 este sector estaba valorizado en 31 millones de soles, siendo uno de los más pequeños de Latinoamérica (Gestión, 2015). Así mismo, la industria de música en vivo, en el 2019 mostró un crecimiento en número de asistentes, de 15.42% con respecto al año anterior, llegando a más de medio millón de personas (Mata, 2020).
Por otro lado, en el Perú existen tres sociedades de gestión colectiva (SGC) relacionadas a la industria musical y tienen como misión velar por los intereses patrimoniales de los autores y compositores, productores fonográficos e intérpretes y ejecutantes: la Asociación Peruana de Autores y Compositores (APDAYC), la Unión Peruana de Productores Fonográficos (UNIMPRO), y la Sociedad Nacional de Intérpretes y Ejecutantes de la Música (SONIEM) (Mendoza, 2018)
Las SGC más antigua de todas es APDAYC, fundada en 1952, tiene una estructura de recaudación en donde se puede apreciar que el 60% de sus ingresos se encuentra en los rubros de locales permanentes, cadenas de televisión, cable y radio, sectores en los cuales trabaja usualmente con licencias de tipo general. Luego el 34% lo recauda en bailes, espectáculos y megaconciertos en donde las obras musicales a ser ejecutadas son registradas en una planilla de recaudación por evento y el 6% restante se recauda de las SGC del extranjero y de otros ingresos (APDAYC, 2016).
Con respecto a la información y documentación acerca de la industria musical peruana, esta las proporciona el Sistema de Información de las Artes en el Perú (INFOARTES) del Ministerio de Cultura. INFOARTES, asumió el reto de desarrollar una propuesta que se encargue de recopilar, documentar, sistematizar y comunicar información de las dinámicas, oportunidades e indicadores de desarrollo que contribuyan al progreso de las actividades artísticas en el Perú. (INFOARTES, 2020)
Al evaluar si se están tomando las medidas necesarias para proteger a la industria musical peruana y a los miembros que la conforman, en lo personal, puedo afirmar que, al día de hoy 29 de marzo del 2020, 14 días después de declararse el Estado de Emergencia Nacional y Cierre de Fronteras por causa del COVID-19, no existe una propuesta concreta por parte de ningún ente del estado, Ministerio de Cultura, INFOARTES; ni de ninguna sociedad de gestión colectiva, como APDAYC, que a pesar de que el 34% de sus ingresos provienen de la industria de la música en vivo, no se manifiesta aún en su página web.
Ventana país: Una mirada a los vecinos
Es sorprendente, ver como en un país tan creativo y lleno de cultura como el Perú, a la industria creativa en general, no se le dé la importancia debida, como sí sucede en algunos países vecinos como por ejemplo Colombia, en donde la economía creativa que engloba a la industria musical, emprendedora, de propiedad intelectual y cultural, es una de las más grandes apuestas del Gobierno colombiano en su objetivo de atraer mayor inversión extranjera y desarrollar sectores para competir en un mundo globalizado. Hasta junio del 2019 se esperaba que para finales del 2022 esta economía represente más de tres veces lo que aporta el café a la economía colombiana y 1.5 veces lo que contribuye la minería. (EFE, 2019)
Es importante resaltar que para poder identificar quiénes necesitan ayuda del estado, se necesita tener información certera y oportuna, la cual debería estar al alcance de las organizaciones relacionadas e interesadas en canalizar el apoyo de manera efectiva. Por ejemplo, en Colombia y Argentina, cuentan con mapas culturales actualizados donde se muestra mediante geolocalización el número de artistas, bandas, escuelas de música, y demás actores culturales y de la industria creativa bien identificados. En Colombia, este mapa cultural es parte de un sistema de información, que lleva el nombre de SIMUS, Sistema de Información de la Música; y en Argentina, SINCA: Sistema de Información Cultural de la Argentina.
A un metro de distancia pero bien unidos
Cada día se conoce más al enemigo que estamos enfrentando, y no se trata de 15 días o 27 días de cuarentena, algunos estudios como el del Imperial College de Londres, consideran que la mejor estrategia es mantenernos aislados durante dos de cada tres meses hasta encontrar una cura, y en el mes que se pueda salir, implementar mecanismos de prevención para evitar el contagio, es decir, esta pandemia tiene el potencial de cambiar la forma en la que vivimos y socializamos hacia futuro (MIT, 2020).
En un escenario como este, será necesario que la industria musical, empresas, organizaciones y miembros que la conformamos, trabajemos unidos como un solo equipo, tomando las mejores prácticas de los países más desarrollados, aprendiendo también, rápidamente, de sus buenas y malas decisiones, y haciendo uso de nuestros recursos y capacidades propios como peruanos, para salir airosos de esta guerra declarada contra el COVID-19.
Referencias
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